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NACIÓN CHARRÚA

RIO URUGUAY

RIO DE LOS PÁJAROS Y LOS HOMBRES LIBRES

Río UruguayPor Gonzalo Abella y Gervasio Espinosa,

rioplatenses, oriental y occidental respectivamente

—El Río de la Plata es en realidad la fusión del Paraná con el Océano, y los pueblos guaraníes le llamaban “Paraná Guasú”. El Río Paraná hace una gigantesca curva hacia el este y hacia el sur, y bordea por su margen izquierda nuestra tierra común. El río Uruguay es apenas un río interior de esa inmensa llanura.

—Durante la primera mitad del siglo XIX, cuando todavía no se había avanzado en la comprensión del papel devastador que el pujante capitalismo desenvolvería décadas adelante, el caudaloso Río de los pájaros derivó de cauce común del sur en frontera este-oeste. Buenos Aires ya era Virreina del Plata, y en este estuario y sus adyacencias graciosas majestades impusieron sus reales intereses. Atrás quedaron mujeres y varones heroicos y sus amores. Hubo también traiciones.

—Los mismos pueblos originarios poblaron las dos márgenes del Uruguay. Los mismos pueblos de la selva subtropical los visitaron, y por los esteros del Montiel y por la zona oriental aquellos pueblos cobrizos sembraron las mismas palmeras en una sola línea diagonal. Esa diagonal de las palmeras que atraviesa el Río Uruguay parece profecía, parece anuncio de otra diagonal de sangre; la que ambos pueblos veneran, la que cruza la bandera de Belgrano descendiendo hacia la tierra.

Cuando el pueblo oriental en 1811 quedó a la intemperie por no aceptar la esclavitud portuguesa, la gente quemó sus ranchos y siguió a Artigas. Y el pueblo oriental sobrevivió en su larga marcha gracias a la escolta militar charrúa, a las carretas de alimentos que venían del Paraguay y a la solidaridad entrerriana. El pueblo oriental fue entrerriano varios meses en el Ayuí.

Cierto: en 1820 Artigas y Ramírez se enfrentaron. También tuvieron sus diferencias Bolívar y San Martín, y en general en todos los procesos libertadores hubo choques apasionados e incomprensiones mutuas entre líderes y grupos. En el caso de Artigas y Ramírez llegaron al enfrentamiento armado en lo que fue el ocaso de ambos. Leo las cartas de Ramírez, entiendo su lógica, pero sigo pensando que Artigas tuvo razón. Pero es necesario recordar que la traición a Artigas, no el enfrentamiento sino la verdadera traición, anidó en suelo oriental y llevó el nombre de Fructuoso Rivera.

Después... cada cual tendrá su versión. Yo admiro, reverencio a López Jordán, y no así a Urquiza. Pero mi debate contra los urquicistas es de compatriota a compatriota. Cuando hablo de Urquiza y López Jordán estoy discutiendo mi propia historia.

—Un siglo y medio después fieles herederos de aquellas majestades imperiales, amparados también por aquella misma gracia del poderoso señor don Dinero, hermanaron y coordinaron sus subalternas capacidades de sembrar “ipso facto” terror y muerte. No fueron solamente caballeros, navegantes, tanquistas y aviadores estos refundadores sino también, y en muy buena parte, funcionales recién paridos tecnólogos del establishment. Con su letra, sangre y fuego llegó esta nueva recivilización: siempre todos para unos, para ellos.

—En el viejo cementerio de Concordia estuvieron enterrados los restos de la última compañera de Artigas (la lancera paraguaya Melchora Cuenca) y el hijo de ambos, Santiago, quien olvidando la memoria de su padre se hizo soldado de la causa unitaria. Ni unitarios ni federales le echaron nunca en cara ser oriental. Era uno más de la gente de Lavalle, peleando, a mi juicio, del lado equivocado. Años después los restos de Lavalle, llevados en carruaje en la retirada de su ejército deshecho, fueron perseguidos hacia el Norte por otro oriental, Oribe, quien fue presidente oriental y soldado de Rosas.

—Desde atrás, hijos de los amores de aquellas mujeres y varones heroicos, parte de la tierra misma y de sus cauces, pueblos originarios y aun criollos, resoplamos, hocicamos no una sino dos veces y estamos atentos a dar un paso al frente.

—Yo tengo parientes en Concordia. Una muchacha de Gualeguaychú me contaba hace poco que todos los compañeros varones del grupo que estudiaba con ella en su casa habían tenido una novia uruguaya que habían conocido en Las Cañas o en el Carnaval local. Y que todos eran hinchas de Jaime Roos.

En el último partido por las eliminatorias de fútbol entre Uruguay y Argentina, en el Estadio Centenario, detrás de mi fila de asientos había dos entrerrianos. En un momento en la tribuna los jóvenes se pusieron todos a saltar a la vez, gritando: “el que no salta es un porteño”. Estos dos entrerrianos se miraron y uno dijo al otro: —Nos cagaron. Vamos a tener que saltar.

—Ahora, temerosos por naturaleza (si no cobardes por conveniencia) los ya referidos tecnólogos con sus recientes ahijados (políticos parientes y asistentes), temerosos de nosotros, hijos atentos a dar un paso al frente sino hoy mañana o dentro de un siglo, siempre, y también los ya referidos obedientes por temor (bien los conocen) de los esbirros de don Dinero, el jefe, ellos cobardes por conveniencia a sus órdenes, claro, hacen propia, parece, su ambición. De un lado y del otro del cauce ahora frontera, agazapados a cara descubierta ahí están.

—Algún día sabrán todos los orientales (la Universidad de la República no lo reconoce todavía) que los principales estudios sobre lengua charrúa se los debemos a investigadores de Villaguay, Entre Ríos. Y que los descendientes de charrúas de La Paz, también en Entre Ríos, usan, orgullosos, camisetas con diseños de arte rupestre oriental.

—El agua. Sus patrones buscan llevarse el agua. Nuestra vida buscan, como siempre, llevarse. Cual vampiros, renacen y renacen con nuestra sangre, nuestra, sí, heredada de nosotros; y sus vasallos no se deciden a coser mortajas porque presumen que son las propias, como bien presume todo vasallo. El agua buscan, el agua de nuestro beber sencillo para ellos enjuagar sus pestilencias...

—Quizás entonces los orientales todos podamos comprender cómo las trasnacionales del papel suntuario, que nos desprecian, nos mienten y nos envenenan, nos han enfrentado, han embretado al gobierno uruguayo, y desairaron al presidente Vázquez cuando éste anunció conjuntamente con Kirchner que las obras de Botnia se iban a detener para posibilitar un diálogo intergubernamental. Quizás entonces entendamos todos que el Banco Mundial no tiene técnicos independientes sino sirvientes a sueldo de las Trasnacionales, que sus informes “técnicos” tienen el mismo valor de los discursos de los dictadores. Quizás entonces comprendamos todos que las trasnacionales y los tecnócratas sólo detienen sus maquinaciones cuando hay una respuesta enérgica de los pueblos. Si no la hay, avanzará el monocultivo forestal destructor de la vida, siempre acompañado por el discurso gubernamental que anuncia que ahora sí se tomarán medidas para que no pase más lo que seguirá pasando. Mientras tanto, los “ecológicos” empresarios finlandeses ya compraron inmensas extensiones en la Siberia rusa, destrozaron su naturaleza y sembraron monocultivos de eucaliptos que por su lento crecimiento estarán listos para su primer corte exactamente cuando el Uruguay ya sea una cloaca inservible.

—Hay confusión. Mentes crispadas. Hay insolencias de banda a banda. Cuidado, peligro, nos dicen mentiras. Nos demoran, entretienen. Empujan. No habrá justicia para nosotros de jueces ricos. No hay otro cauce, es éste. Ahora, mañana o dentro de un siglo, ya comprendemos el papel devastador que aquel otrora pujante capitalismo ha desenvuelto.

—Se puede discutir la justificación de cada medida que tome la asamblea de Gualeguaychú. Lo que no se puede discutir es que deberíamos hacer algo juntos contra las trasnacionales y que es una vergüenza que nos dejemos matar el futuro, creyendo en las promesas de las empresas del papel suntuario que son enemigas de la Humanidad.

(Montevideo y Provincia de Buenos Aires, 12 de octubre de 2006.)